POR EL CAMINO DEL ARZOBISPO. (Itinerario de ida y vuelta y una semblanza)

Cientos, miles de personas, lo surcan cada año en uno u otro sentido. Su trazado llano, benigno, pese a las innumerables curvas, sus espléndidas vistas, sus bellos atardeceres, la proximidad a la acequia de Aynadamar, con su peculiar arquitectura, su historia pasada y reciente, hacen que sea un lugar visitado y concurrido.

Comienzo mi recorrido desde la mismísima Fuente Grande, en Alfacar. Aynadamar o Fuente de las lágrimas, que da su nombre a la acequia que desde antes del S XI, conduce sus frescas y cristalinas aguas hasta la vecina localidad de Víznar y el barrio granadino del Fargue. En otros tiempos sus aguas surtían los aljibes y fuentes del Albayzín, la Alhambra y otros barrios de la Granada musulmana y cristiana.

Pasada fuente Grande, a su izquierda, está situado el Parque Federico García Lorca, construido en la década de los ochenta por la Excelentísima Diputación Provincial para recordar y honrar al gran poeta universal que vio la luz en Fuente Vaqueros y encontró la muerte en estos parajes, como tantos otros, fruto del odio, del enfrentamiento, la injusticia, la insensatez y la sinrazón de la Guerra Civil. Un homenaje para los que dieron su vida en defensa de sus ideales.

Unos metros más adelante, a la derecha, queda la urbanización del Caracolar. El camino atraviesa los llanos de Corbera, a cuya derecha queda enclavado el cortijo del mismo nombre, popularmente conocido como Cortijo de Pepino, por ser éste el mote con que en el pueblo se conoce a sus propietarios. Más adelante atraviesa el Barranco de Víznar, dejando a su izquierda los tristemente conocidos Pozos (Parque del Barranco de Víznar), donde reposan los restos de centenares de víctimas de la represión en el bando nacional en la Guerra Civil del 36.

El camino sigue hacia Víznar dejando a su derecha numerosas huertas y fincas de recreo. Más adelante, aún se vislumbran las ruinas del molino de Las Paseras, movido en su origen por el agua de la acequia de Aynadamar y conocido desde antes de la Guerra como La Colonia. Allí pasaban parte del verano hijos de familias adineradas. Al comienzo de la Guerra Civil se convirtió en una auténtica antesala de la muerte. Allí pasaban sus últimas horas de vida las víctimas antes de ser fusiladas en la madrugada.

A la entrada del pueblo, el camino enlaza con la calle que va a desembocar en la Plaza de la Iglesia, donde se encuentra enclavado el Palacio Arzobispal mandado construir por el arzobispo Moscoso y Peralta.

El trazado del camino y su historia van ligados a los de la Acequia de Aynadamar.

Gracias a Belén Puertas, a través de su blog, me he enterado del nombre de los diferentes puentes que cruzan dicha acequia: Puente del Caracolar, de Corbera, de los Arrieros y de los Pozos. La acequia atraviesa el Barranco de Víznar a través del acueducto de Hatara. Más adelante encontramos el puente de Las Huertas. Desde las paseras la acequia sigue su camino hasta el Molino Alto, donde estaba ubicada la antigua fábrica de tejidos. Sigue su curso por la Venta, el Molino Nuevo, el desaparecido molino de la Ferrera y el Molino Bajo… para seguir hasta el Fargue.

El nombre de camino del Arzobispo se lo debe, sin duda, a la figura de Don Juan Manuel Moscoso y Peralta, que fue arzobispo de Granada desde 1789 hasta 1811. Se le conoce como el Arzobispo Criollo, pues fue obispo del Cuzco (Perú), de donde procedía. Hombre de extraordinaria riqueza, debido a su patrimonio familiar, destacó como promotor artístico e impulsor de grandes obras tanto religiosas como civiles. Transformó la antigua casa de recreo episcopal, situada junto a la iglesia parroquial, en un palacio neoclásico.

Don Juan Manuel era descendiente de la más rancia y antigua nobleza española y americana. Su familia estaba emparentada con los condes de Trastámara y los marqueses de Santillana y Denia. Antepasado suyo fue el capitán Juan Santiago de Moscoso Sandoval y Rojas, segundo hijo del VI conde de Altamira, asesinado en Lima en 1665. Enriquecido con la explotación de las minas del Potosí, sus descendientes emparentaron con la nobleza criolla.

Vino al mundo Don Juan Manuel Moscoso en Arequipa el seis de enero de 1723. Hijo del Maestre de Campo Manuel José Moscoso Cegarra y de Antonia Peralta Arencibia, casados en 1716. Desde los diez años, en que quedó huérfano, recibió una esmerada educación en el Colegio Real de San Martín y en la Universidad de Lima. Estudió filosofía y cánones y alcanzó el grado de Alférez Real del Cuzco. En 1747 desposó con Nicolasa Rivero y Salazar, que falleció de parto. A los pocos meses murió también su hijo y heredero. Sumido en una gran depresión acabó abrazando el estado eclesiástico. Se graduó en teología y pasó al curato de Moquegua por orden del obispo de Arequipa, el granadino Jacinto Aguado Chacón.

Fue ordenado sacerdote por el arzobispo de Lima Pedro Antonio Berroeta, que llegó a ocupar la sede arzobispal de Granada. Su carrera eclesiástica fue meteórica, con un ascenso imparable. En 1769 fue nombrado obispo auxiliar de Arequipa y al año siguiente era titular de la diócesis de Tricornia. En 1771 ostento el cargo de obispo de Tucumán en Córdoba (Argentina) hasta 1778 en que fue preconizado como Obispo de Cuzco.

La sublevación de Tupac – Amaru provocó una gran represión contra los rebeldes de manos de las autoridades españolas. José Gabriel Condorcanqui, llamado Tupac – Amaru II era descendiente por línea materna del último emperador inca, de quien tomó el nombre, ejecutado por los españoles en 1572. Fue el protagonista de la más importante rebelión anticolonialista del S XVIII en Hispanoamérica. En 1780 se sublevó contra las autoridades españolas del Perú a causa del descontento de la población indígena contra los abusos de los corregidores, los altos tributos que estaban obligados a pagar, el reparto de mercaderías y las prestaciones de trabajo obligatorias, llamadas mitas y obrajes, mal remuneradas y objeto de explotaciones y vejaciones.

Tupac - Amaru se proclamó restaurador y legítimo heredero de la dinastía inca. Intentó que la rebelión se extendiese por todo el Perú. Fingieron lealtad al rey Carlos III de España, aduciendo que el levantamiento era contra las autoridades locales. Apresaron y ejecutaron al corregidor Antonio Arriaga. Las autoridades de Cuzco enviaron una expedición militar formada por unos mil doscientos hombres que fue derrotada. La revuelta creció y se extendió por el Bajo y Alto Perú y parte del Virreinato del Río de la Plata, territorios de lo que hoy son Bolivia, Perú y Norte de Argentina.

En 1781 un ejército de diecisiete mil hombres enviado desde Lima por el virrey Agustín de Jáuregui derrotó a las fuerzas rebeldes en la batalla de Checacupe. Tupac – Amaru fue traicionado, apresado y, finalmente, ejecutado de forma cruel tras presenciar la muerte de su mujer, hijos y colaboradores más cercanos. Actualmente su figura es todo un símbolo de dignidad y rebeldía.

A Don Juan Manuel Moscoso Y Peralta, obispo del Cuzco, le tocó vivir de cerca estos hechos. Sus desavenencias con el corregidor fueron interpretadas como un intento de imponer la supremacía eclesiástica sobre el poder de la corona, representada por el virrey.  En el año 1783 el obispo Moscoso fue detenido y conducido a la ciudad de Lima donde permaneció arrestados por un periodo de dos años. Fue denunciado ante el rey Carlos III, lo que motivó su traslado a España en 1787. Aquí se reafirmó en su inocencia. Insistió en que fue la persistencia de la cultura incaica el principal desencadenante de la rebelión. Fue declarado inocente de los veinticuatro cargos por los que fue imputado.

Para salvar su reputación Carlos IV lo propuso como arzobispo de Granada el ocho de mayo de1789. Su nombramiento fue confirmado por el Papa Pío VI en agosto de ese mismo año. Cinco años después se le concedió la Gran Cruz de Carlos III. Hizo su entrada solemne en la diócesis de Granada el veinticinco de noviembre y tomó posesión al día siguiente en la plaza de Bibarrambla en donde el cabildo municipal había dispuesto un tablado decorado con el escudo de armas del obispo.

Demostró la exquisitez de sus gustos artísticos. Incrementó su colección personal de obras de arte. Desarrolló e impulsó importantes proyectos arquitectónicos en la diócesis como la construcción de la Capilla de San Miguel en la Catedral y el Palacio Arzobispal de Víznar. Con motivo del Corpus de 1804 donó a la Catedral una valiosa custodia con pie de plata e incrustada de piedras preciosas. Dicha custodia fue vendida por el Cabildo Catedralicio unos años más tarde para afrontar los impuestos que debía de pagar al ejército francés tras la ocupación napoleónica.

Durante la Guerra de la Independencia la actuación del arzobispo Moscoso fue un tanto controvertida. Al principio formó parte de la Junta de Granada, opuesta al invasor. Cuando los franceses entraron en la ciudad emprendió la huida. A los pocos días fue apresado y se convirtió en colaboracionista. Participó en el recibimiento que la población granadina otorgó al rey José I Bonaparte quien lo nombró Caballero de la Gran Cruz de España. Algunos de sus familiares fueron arrestados y sus rentas secuestradas. Estos hechos mermaron su ya delicada salud y falleció el once de julio de 1811 a los ochenta y ocho años de edad. Era el obispo decano de España y las indias. A sus funerales asistió el barón Jean François Leval, general del IV cuerpo del ejército imperial, quien había sustituido a Horace Sebastiani en el cargo.

El Palacio de Víznar fue llamado “Palacio del Cuzco” en alusión al lugar de procedencia del arzobispo, quien contribuyó con su pecunio a la reconstrucción y transformación del antiguo emplazamiento, junto a la Iglesia parroquial, que ya desde antiguo venía siendo utilizado como lugar de veraneo de los prelados granadinos. Las obras comenzaron en 1792 y duraron tres años. El Arzobispo Moscoso aportó gran parte de su colección artística particular para el decorado de las diferentes estancias. Fomentó la mejora de los accesos a Víznar para acceder al palacio, superando la difícil orografía del terreno que propiciaba continuos desprendimientos y desperfectos en la acequia de Aynadamar. Contribuyó a la mejora del control, vigilancia y arreglos de la misma.

Pasear por el Camino del Arzobispo, contemplar su acequia y recordar la figura de este personaje es un ejercicio que aúna lo físico con lo espiritual, artístico e histórico.

 

 

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Comentarios: 2
  • #1

    Juan Antonio Olmo Cascos (jueves, 16 junio 2016 10:27)

    Hola Juan Evangelista
    Ya he visto tu nuevo estado de jubilación y veo que escribes este blog sobre tu pueblo
    Me gustaría incorporarlos a la web de la UNI
    DIme si puedo y, en su caso, envíame correo cuando publiques algún post...
    CUídate
    Saludos para ti y tu hermano
    Un saludo

  • #2

    Mariano Martín S.E (martes, 28 junio 2016 10:36)

    Excelente artículo que, pone ante nuestros ojos nombres como el del arzobispo Moscoso, cuyo ejemplo de haber sido secundado por la Iglesia, hubiera dado un giro positivo a nuestro destino.